Los griegos fueron
finalmente dominados por Roma en el siglo II a. C., surgiendo cuatro tendencias
filosóficas principales que reflejaban las formas en que los romanos entendían
al hombre: el estoicismo, el hedonismo, el escepticismo y el eclecticismo
(Gutiérrez, 1971); a su vez, a manos de los bárbaros, los romanos perdieron su
poder político y el saber helénico (rescatado por la cultura islámica)
alrededor del siglo IV d. C. La cultura europea entró entonces en un período
típicamente descrito como obscurantista: la edad media europea. Las
características principales de esta época son sin duda el fuerte control que la
religión cristiana ejerció en la vida cotidiana; el estudio de los textos
bíblicos fue encabezado por Aurelio Agustín y la interpretación
“cristiana” de los (nuevamente recuperados) escritos griegos por Tomás de
Aquino (Kantor, 1990).
Agustín, como parte de
lo primeros cristianos, tomó la tarea de crear un mundo nuevo a semejanza de
Dios, contrapuesto al, para este tiempo decadente, imperio romano; Las
confesiones, Ciudad de dios y Sobre la trinidad son las obras que representan
nítidamente la idea de un mundo que no es eterno y un Dios eterno y verdadero
(Kantor, 1990). Particularmente Agustín enlazó la memoria, el entendimiento y
la voluntad como partes importantes de lo que la mente reconoce de sí misma,
pues sólo ella tiene esta facultad; de igual manera vinculó el cuerpo, la mente
y la esencia en la totalidad humana (Sahakian, 1970).
En la novela situada en
la edad media europea Il nome della rosa (1980) del escritor italiano Umberto
Eco, un clérigo intenta resolver los asesinatos de varios monjes en un
convento, quienes presentan manchas oscuras en los dedos y la lengua. Después
de una serie de incidentes descubre que todos ellos han muerto después de
haber leído el “libro misterioso”, específicamente por haber pasado las hojas con
los dedos que ensalivaban constantemente, sin saber que éstas contienen veneno:
los textos del libro de que se trata son de
Aristóteles.
Aquino seguramente no
leyó este libro misterioso en particular, pero sí retomó los escritos de
Aristóteles. Aquino conjugó los planeamientos aristotélicos con los textos
bíblicos, extrapolando la lógica y conceptos de los primeros, para probar la
existencia de Dios y justificar la doctrina cristiana; la proposición
naturalista de las causas hecha por Aristóteles fue trasformada por Aquino en
la causa primera del universo: Dios (Harman, 1983). Los textos de Aristóteles
que examinara Aquino provenían de los árabes, quienes custodiaron éstos y otras
obras a la caída del imperio romano. Basta con contrastar los textos de
Aristóteles con los cometarios de Aquino para ubicar la influencia que en
adelante tendría esta peculiar conjunción: las acciones humanas son la
demostración del alma, por lo tanto éstas son estudias por la teología y no la
psicología; el alma es una sustancia diferente al cuerpo, por lo tanto se rigen
por leyes diferentes; al ser independiente puede prescindir del cuerpo, por
tanto puede ser inmortal (Kantor,
1990).
No hay comentarios:
Publicar un comentario